El tan ansiado final de Sense8 ha llegado. Hoy, 8 de junio, se estrena por fin en Netflix un especial de dos horas y media que pondrá punto y final a la serie de dos temporadas que las hermanas Wachowski estrenaron en 2015 y que, a pesar de conseguir una fan base muy entregada a nivel mundial, no tuvo los números de audiencia suficientes para justificar su renovación para una tercera temporada completa. El cluster se despide con un final trepidante que se estructura como una película y que existe solamente gracias a la insistencia de los fans, que no pararon de quejarse cuando Netflix anunció la cancelación de la serie tras la emisión de una segunda temporada que acababa con un cliffhanger como una casa y que no podía estar más lejos de ser un final satisfactorio para tal proyecto.

Ya desde buen principio, en este último episodio podemos ver una de las imágenes más esperadas desde que empezó la serie: todos los miembros del cluster y sus allegados (que ya han descubierto el pastel y están extrañamente conformes con todo) se reúnen finalmente para luchar por su supervivencia y la de los demás sensates del mundo. Esto les llevará a intentar negociar la liberación de Whispers, al que el cluster tiene retenido, a cambio de recuperar a Wolfgang, que tras los sucesos de la última temporada fue capturado por BPO. Por supuesto, no todo podía ser tan fácil, y por el camino se encontrarán con interferencias de otros grupos de sensates, aunque no todos serán enemigos.


Uno de los aspectos que más llamará la atención de los fans es que este final de serie es visualmente mucho menos espectacular que las temporadas regulares e incluso que el especial de Navidad. Sense8 nos ha tenido muy mal acostumbrados entre su práctica de grabar en múltiples localizaciones y su sensacional fotografía que dan lugar a escenas direct-to-Tumblr que luego nos llenan el feed de espectaculares gifs durante meses. Es fácil llegar a la conclusión que este cambio de estilo se debe a los recortes en el presupuesto que sin duda alguna Netflix ha impuesto a las Wachowski para producir este final. Es lógico, pues la serie se acabó cancelando precisamente por lo desproporcionado de su presupuesto.

Para ponernos en contexto, el referente por excelencia en cuanto a despilfarro de dinero en televisión, Juego de Tronos, tenía hasta las últimas temporadas un presupuesto de 6 millones de dólares por episodio, mientras que las dos temporadas de Sense8 tuvieron un presupuesto de 9 millones también por episodio. Por supuesto, sobra decir que Juego de Tronos genera entre audiencias y merchandising muchísimo más dinero del que nunca ha generado Sense8, así que no salían las cuentas. Aunque el fan uproar que surgió tras la cancelación fue suficiente para que Netflix permitiera a las Wachowski dar un final digno a la serie en forma de película, no les convenció para volver a confiarles tal desmesurado presupuesto. Duele, pero con estos números no se les puede reprochar nada a los de Reed Hastings.

Estos recortes económicos, sumados a un tiempo muy limitado para atar todos los cabos sueltos y acabar definitivamente una historia que, de haber seguido su curso natural, aún habría dado para varias temporadas más, también resultan en menos cantidad de fan service que en el especial de Navidad y en toda la segunda temporada. En otras circunstancias esto no habría sido algo malo, pues precisamente uno de los peores aspectos de la segunda temporada fue que la credibilidad (y calidad) del guión se vio mermada en beneficio de añadir un porrón de momentazos para shippers. Sin embargo, en este final la falta de fan service no viene dada por una buena línea argumental, sino por las prisas para poder acabar la historia en las dos horas y media de metraje que Netflix ha concedido. Como no podía ser de otra manera, esta falta de tiempo también daña el guión, haciendo que la narración parezca apresurada y confusa en varias ocasiones.


En definitiva, la primera temporada de Sense8 fue un recital deslumbrante, lleno de muy necesaria diversidad, con un guión de gran originalidad y unos elementos visuales nunca vistos que prometían una nueva era de la ciencia ficción en televisión. Enganchó a millones de fans en todo el mundo y dio un altavoz a las minorías en un canal mainstream como hay pocos. Sin embargo, todo lo especial de esa primera temporada se fue deteriorando en el especial de Navidad y en la segunda, hasta convertirse en un espectáculo de luces y colores vacío de contenido.

Tal vez, si Netflix no hubiera cancelado la serie, las Wachowski habrían tenido tiempo en las siguientes temporadas de corregir este desvío, pero ya nunca lo sabremos. El final que se estrena hoy ha tenido que arrancar desde el punto más bajo al que había llegado Sense8, una ya de por si ardua tarea que solamente ha empeorado al tener que acabar todas las tramas y dar a los fans un final satisfactorio para cada una de las parejas, personajes y ships en un tiempo récord de dos horas y media. Un trabajo titánico que, como era de prever, ha quedado muy lejos de dar un resultado excelente.

Y sí, tal vez no ha sido el final espectacular que esa primera temporada brillante nos había hecho prever, y es cierto que la serie perdió el norte bien pronto con ese especial de Navidad que era todo fan service y con esa segunda temporada que siguió exactamente el mismo patrón, pero el contexto en el que se ha desarrollado este episodio final, así como el hecho indiscutible de que es una serie que ha despertado pasiones en todo el mundo, hacen Sense8 merecedora de al menos una decente despedida. Os invito a que veáis este episodio doble con la convicción de que estos personajes merecen un adiós y de que las Wachowski, que presentaron al mundo algo increíblemente imaginativo, valiente e inclusivo, también merecen que les demos la oportunidad de acabar de un modo digno su trabajo. ¡Os echaremos de menos, cluster!