Me había hecho muchas expectativas alrededor de la película El lobo de Wall Street. Desde que se hicieron los primeros pases de prensa en Estados Unidos, antes incluso de su estrena oficial en los cines, que no se hablaba de otra cosa. Ya desde ese primer momento se la nombró como una de las candidatas más prometedoras a los Oscars, y no ha defraudado ahora que se han hecho públicas las nominaciones y se ha llevado cinco, incluyendo entre ellas las categorías más importantes. Además, Leonardo DiCaprio salió ovacionado de la Gala de los Globos de Oro al llevarse el galardón de Mejor Actor de Comedia o Musical. Así pues, iba al cine sabiendo que saldría de la sala de una de las siguientes dos maneras: opinando igual que el resto del mundo o brutalmente decepcionada. Bueno, me equivoqué, no es ni una cosa ni la otra. La verdad es que me resulta muy difícil de valorar, porque la película se encuentra en un perfecto punto medio entre inquietantemente buena y odiosamente repetitiva.

Este film debería ser analizado por partes para ser justos, porque tiene algunas de 10 y otras que apenas llegan al 5. En primer lugar, es una película muy original, y nadie podrá negar que Martin Scorsese haya tomado una decisión arriesgada con este proyecto. Probablemente haya solamente 5 minutos de los 180 totales que dura la película en los que no se vea gente consumiendo drogas, gente teniendo sexo, o las dos cosas a la vez. En realidad, esto último es lo más habitual. Quien quisiera encontrarle fallos podría compararla con una especie de American Pie o Project X en versión de ricos, pero no sería justo porque este film ha sido hecho a consciencia, está trabajado y ha cuidado los detalles, y eso se nota en la calidad que desde luego tiene y que a estas otras les falta.

A pesar de tener mucho de bueno, es imposible no ver también lo malo. Lo más evidente son las tres eternas horas que dura. No es que este sea un fallo sólo de esta película, y es que últimamente se ha puesto de moda superar el límite habitual y llegar a las tres horas de duración, y esto, por buena que sea la película, es simplemente demasiado. Aún así, no se haría tan larga si las escenas variaran un poco a lo largo de la película. El sexo y las drogas en pantalla te sorprende y te divierte la primera hora, pero a partir de después ni las locuras más bestias logran escandalizarte porque es sólo más de lo mismo, y al final lo único que quieres es que se acabe de una vez.

Eso sí, es indiscutible que Leonardo DiCaprio merece el Oscar por este papel, y es indiscutible que todas y cada una de las interpretaciones de esta película son brillantes, porque ni una sola de ellas es fácil, incluso las más insignificantes (Matthew McConaughey apenas sale y ha enamorado a toda la crítica). Hay una escena entre Leo y Jonah Hill en la que ambos están peleándose en el suelo, tan colocados que no pueden ni hablar, que es merecedora de todo el reconocimiento que se les pueda dar.

En resumen, esta película merecería un sobresaliente si hubiera durado una hora menos, pero esta hora que le sobra es demasiado relevante como para no tenerla en cuenta en la valoración, porque marca la diferencia entre pasarlo bien viendo la película y aburrirse. Recomiendo verla, sí, pero hay que saber lo que se va a ver y, sobretodo, tomárselo con calma.


Valoración: 7,5/10